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Archivos diarios: 7 septiembre, 2021

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Planta Amapola.


A pesar de que fue utilizado como otro de los grandes objetivos para invadir Afganistán, por detrás de aquel que buscaba acabar con los talibanes que perpetraron los atentados terroristas de Nueva York, en 2001, la erradicación de la producción e industrialización ilegal del opio, así como el combate contra el tráfico de heroína, fueron otros de los significativos fracasos de Estados Unidos en los veinte años que estuvo intentando controlar al conflictivo país asiático, con capital en Kabul.


De hecho, la mayoría de estudios y cálculos más recientes, incluyendo los de Naciones Unidas, han indicado que la producción de amapola, una planta tan ornamental como alucinógena, y de la cual se produce esta droga, se disparó de forma importante entre 2001 y 2021. Según la ONU, la producción de opio aumentó casi en un 40%, y esto solo en el último año, uno en el cual todos los estudios y proyecciones arrojaron resultados negativos en los que se refleja que este negocio ilícito se va a seguir expandiendo de cara al futuro.

Ni siquiera la pandemia ha limitado el protagonismo de Afganistán en la producción mundial de amapola. En este negocio multimillonario se han involucrado desde productores locales, líderes tribales y financistas regionales de ese país, incluyendo por supuesto a la guerrilla de los talibanes, de quienes se puede decir incluso que están de nuevo en el poder, no solo amparados por la incapacidad de los distintos gobiernos afganos para combatirles, o por la ineficacia de las medidas estadounidenses para erradicarles, sino gracias a que ni los primeros ni los segundos pudieron resolver el asunto del creciente control y financiamiento que el mencionado grupo radical obtenía gracias al narcotráfico.


Los miles de millones de dólares invertidos por diversas administraciones norteamericanas a lo largo de 20 años en Afganistán, no sirvieron para frenar el incremento de la producción, distribución y consumo, no solo del opio, sino del ascenso en las ventas por concepto de todo lo que sale de la industria que hay alrededor de la elaboración de compuestos para producir heroína.

Al respecto, si bien recientemente el grupo guerrillero informó que no se va a seguir beneficiando de los ingresos que le genera el narcotráfico de opio y heroína, como lo afirmaran apenas tomaron el poder en Kabul, lo cierto es que todavía no pueden ocultar que hasta la presente fecha este negocio les sigue representando su principal fuente de ingresos y de sostenimiento financiero.

Este hecho sin dudas es otro de los aspectos que más temen, y que más reservas genera en los países vecinos, incluso de la región de Asia Occidental y en toda la comunidad internacional, por más que ahora algunos analistas y periodistas insistan en hacernos creer que esta nueva versión del talibán es menos radical y ortodoxa, al intentar perfilarles como puramente islamistas, estudiantes y practicantes literales de la Sharia musulmana.

Para que tengan una idea del problema, y del grado de dependencia que Afganistán tiene con respecto al narcotráfico, solo basta resaltar que este país asiático es el mayor productor mundial de amapola -del que representa un altísimo 84% de su total-, planta de la que como les mencioné anteriormente, se extrae el opio y de la que pueden derivar todo tipo de medicamentos y otras drogas.

Como se puede observar, el desafío no es solo local sino regional y mundial, pues el comercio ilícito de estas sustancias, así como buena parte del consumo de estos opiáceos y opioides, prolifera incluso con más auge en los países vecinos de Afganistán, y representa también es un gran problema para Europa, donde termina por recalar la mayor parte de estas drogas.

LA RUTA “DE SEDA” DE LA DROGA OPIACEA AFGANA

La inestabilidad política que genera una casi interminable guerra civil, las escasas oportunidades de empleo, la falta de educación de calidad y el acceso limitado a los mercados de sus productos agrícolas, son los principales factores que impulsan al auge del cultivo de amapola entre los cada vez más pobres agricultores afganos. Estas precarias condiciones de carencias y penurias económicas también fuerzan a otra gran parte de la población afgana de las zonas de sembradíos, a incursionar en la producción y exportación del opio y la heroína.

Esta situación se agrava porque esas mismas condiciones de pobreza también alcanzan a las poblaciones de las permeables fronteras afganas, principalmente con Pakistán e Irán, hecho que regionaliza el problema, ya que su cultivo y procesamiento dejó de ser un negocio exclusivo de suelo afgano, y se fue extendiendo por varios países del Suroeste de Asia, algo que preocupa enormemente a países vecinos y cercanos tan poderosos como China y Rusia.

Pero tal vez en donde más preocupa el incremento y descontrol del narcotráfico de heroína y opio, sobre todo ahora que los talibanes retomaron el poder, es en la mismísima Unión Europea, puesto que la mayor parte de la producción de estas drogas van destinadas para ser comercializadas a sus países, en los que no solo su precio es mucho más elevado a la venta, sino en donde su consumo tiene los índices más altos, por encima incluso que los de Norteamérica.

A la UE no solo le preocupa las incidencias que el dinero, y el lavado de este, genere en su economía de bloque y en sus finanzas, sino que les concierne todo aquello que a nivel social y sanitario le afecte a su población, como por ejemplo con los estragos de salud física y mental que en su sociedad comunitaria produzca la adicción que genera el consumo de estas sustancias estupefacientes y psicotrópicas.

Ahora bien, me he referido hasta aquí al problema en las fronteras y a mencionar apenas a varios de los mercados a los que llegó y ha invadido el narcotráfico del opio y la heroína afgana, pero no me he referido todavía a las rutas por las que atraviesa el comercio ilegal de estas drogas para luego poder apoderarse de los citados mercados.

Como tales, el opio y la heroína fluyen por las fronteras afganas hacia los mercados europeos, pero dejando a su paso tasas insostenibles de adictos en países de Asia Central, Irán, Rusia, Pakistán y del este de Europa, hasta su arribo a la zona Schengen y de la UE.

Para llegar a dichas zonas y a sus respectivos mercados, el tráfico del opio y la heroína hace un muy largo recorrido por la denominada “Ruta de Seda del narcotráfico”, la cual como dije anteriormente empieza por Pakistán e Irán, así como por el territorio de varias ex repúblicas Soviéticas. Para consolidar esas vías, tanto los antiguos vendedores de opio, como ahora los talibanes, se han servido históricamente de tres grandes rutas, las cuales se han mantenido en el tiempo e incluso se han ido ampliado hasta la actualidad.

La primera y más importante de ellas sigue siendo la llamada ruta del oeste, a través de Irán, uno de los países más afectados del planeta por el consumo del opio.

También está disponible la llamada ruta del sur, la que atraviesa Pakistán a través de las fronteras con Baluchistán, y hacia los puertos de Gwadar y Karachi, en donde la droga se carga en barcos con destino a los países del Golfo Pérsico.
Por último se encuentra, y no por ello significa que sea la menos transitada, la vía de la denominada ruta del norte, la cual cruza a lo largo de toda Asia Central por países como Kirguizistán, Turkmenistán, Uzbekistán y Tayikistán, para hacer conexión con Europa del Este y Escandinavia, hasta llegar a los países de Europa Occidental.

De igual forma existen otras rutas secundarias, unas de menor importancia que atraviesan por Oriente Medio y por África Oriental con dirección a África Occidental y Europa, todas ellas usadas como trayectos con líneas de transporte y comunicación que no solo dejan a su paso grandes cantidades de adictos y cómplices, sino que generan gran cantidad de recursos para la proliferación y consolidación del terrorismo yihadista.

LA OTRA GUERRA AFGANA

 
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Publicado por en 7 septiembre, 2021 en Cuentos