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Archivos diarios: 20 septiembre, 2021

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Como les había indicado en el último párrafo de mi artículo del miércoles pasado, cuando se trata de Afganistán, toda proyección y todo análisis no es tan fácil como parece.

Habría que pensar, ser cauto, preguntarse y repreguntarse:

¿Afganistán se desarrollará pacífica y constantemente a partir de ahora?

¿El país tiene oportunidades ilimitadas de negocio de inmediato?

¿Es una nación extremadamente importante para la nueva Ruta de la Seda?

Todas estas interrogantes nos conducirán en la actualidad a respuestas inciertas, como lo reflejan innumerables opiniones y debates que, tanto en el ámbito político, como en el económico y el académico, surgen entre diversos analistas, expertos, funcionarios gubernamentales, e incluso en el seno de la misma opinión pública en China y en el mundo entero.  

Mei Xinyu, acucioso investigador del Ministerio de Comercio de la República Popular China, ha escrito acerca del hecho de que, para explotar recursos en Afganistán, el mismo proceso implica el que se tengan que realizar inversiones gigantescas en un período de tiempo muy largo y complicado, en un país con un muy alto riesgo, al que también se le debe exigir que tenga una mayor estabilidad y mayor compromiso político.

No se debe olvidar ni pasar por debajo de la mesa que este país lleva más de 40 años en guerra.

Los líderes más importantes del partido comunista chino, así como los funcionarios del gobierno de Beijing, son conscientes de que ahora tienen una oportunidad inigualable para erigirse en el país con mayor peso e influencia ante el nuevo gobierno afgano. De hecho, la salida de las últimas tropas de EEUU acantonadas en Kabul aceleró esa creencia y convierten a China en un actor imprescindible para Afganistán, y especialmente para los propios talibanes, en el entendido de que necesitan a un aliado internacional de peso para permanecer gobernando.

Pero también, por otra parte, muchos analistas chinos están alertando y advirtiendo sobre los riesgos que puede conllevar el involucrarse en demasía en un territorio del que nadie logra salir bien parado. Reiteradamente subrayan el cuidado en la forma en que deberán diseñar y ejecutar acciones y políticas que permitan hacer permear una influencia determinante de china en la política, en la economía y en la sociedad afgana en general.

El problema no está en entrar en un país tan diverso y complicado desde el punto de vista étnico y religioso, uno que cuenta con una sociedad tribal repleta de nacionalidades y estratificaciones de clases. La clave para un éxito de penetración a mediano y largo plazo será el que puedan lograr mantenerse de manera estable y sólida, así como el granjearse la simpatía y la confianza de los distintos actores de la compleja red social y política a lo largo de toda la extensa y casi inaccesible geografía afgana.

De hecho, se puede decir que la gran mayoría de las empresas chinas que ya entraron en Afganistán, y que incluso cuentan con algunos años en el país, han visto cómo sus proyectos, su capital y otros recursos que han invertido en este emirato, languidecen, principalmente por causa de la falta de seguridad jurídica, motivado también por la inmensa corrupción y por falta de infraestructuras básicas para sacarlos adelante.

No pocos expertos han usado el ejemplo de lo que aconteció con la inversión de India cuando quiso intentar invertir en Afganistán, para con ello dar fuerza a sus tesis sobre el altísimo riesgo que corre China al buscar desplegar su agresiva política exterior hacia este país. Quieren recordar a sus mandatarios en Beijing como fue que el gobierno de Delhi, tras haber invertido 3 mil millones de dólares en Afganistán, parece haber perdido su apuesta financiera y económica en ese país luego de la nueva llegada por la fuerza de los talibanes al poder, quienes ya han dado algunos indicios de que no contaran con India como posible aliado a futuro de su política exterior.

Quieren concienciar a sus jerarcas acerca de que Afganistán y su población es así, totalmente impredecible e incontrolable.

Aunado a todo lo que he mencionado hasta ahora, tampoco se puede olvidar que Afganistán desde hace mucho tiempo fue, es y probablemente siga siendo, un escenario ideal y protegido para diversos grupos yihadistas que se encuentran a lo largo de toda la región, tales como el ISIS-K o Movimiento Islámico del Turquestán Oriental, un grupo de militantes uigures que sueñan con crear un califato islámico en una zona que incluiría territorio chino.

¿Serán los talibanes capaces de frenar a estos otros grupos yihadistas?

La respuesta es que en este momento eso no está para nada claro, así como tampoco el hecho de que realmente el grupo talibán quiera hacerlo, o incluso, que puedan llevarlo a cabo, sobre todo cuando tienen ideologías y visiones religiosas tan conectadas y más o menos afines.

En fin, como observan, a pesar de que todo indica que la profunda crisis e inestabilidad de Afganistán parece el escenario ideal para que China incremente su presencia e influencia sobre ese país, esa misma situación de volatilidad, así como otros múltiples factores que lo convierten en un Estado tan atípico y complicado, también pueden dar al traste con las intenciones del gigante chino, como ya pasó anteriormente con EEUU, la antigua URSS y con tantas otras potencias a través de la historia. Recuerden que no en balde muchos historiadores han dado por llamar a ese país como “Afganistán, el Cementerio de Imperios.”

ENTRE EL RESURGIMIENTO DE UN EMIRATO TEOCRÁTICO O EL CONVERTIRSE EN UNA NUEVA COLONIA CHINA (PARTE 2).

 
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Publicado por en 20 septiembre, 2021 en Historia